Muchas veces decimos, yo la primera, que es necesario y urgente modificar el sistema educativo español y acercarle al presente, a los niños de ahora, en el entorno actual, con las familias de hoy en día. Es decir, nos movemos con un tren de alta velocidad por vías de un cercanías tradicional, y eso no es coherente.
Me sorprende y me enfada que a día de hoy, se siga evaluando los centros educativos en el ránking de calidad, por sus resultados académicos exclusivamente pues, aunque sin duda es un factor a tomar en cuenta, no debería ser el único.
¿Cuándo van a comprometerse de verdad los colegios con la educación del siglo XXI? Porque hacer lo que se ha hecho siempre es sencillo, pero darle una vuelta y ocuparse de formar personas sanas emocionalmente hablando, y que se desenvuelvan con seguridad y solvencia en el ámbito social, es cuestión diferente, y muy pocas instituciones están dispuestas a intentarlo.
Me da mucha pena ver que la Dirección de los colegios no está dispuesta a apostar por la formación suya y de sus equipos y profesores en todas estas cuestiones, de forma que puedan llevarlo al aula con naturalidad, y así quedar integrado por los niños.
Son muy pocos los colegios o institutos comprometidos con la educación socio-emocional de sus alumnos, y que tienen un sistema de trabajo en el que esta área tiene consideración similar a la de las asignaturas curriculares.
Me parece retrógrado que demos más importancia a las raíces cuadradas que a saber gestionar un enfado, un miedo, o saber poner límites y decir “no” a los demás cuando así lo sentimos de corazón, respetándonos a nosotros mismos.
En los años que llevo trabajando vinculada al crecimiento personal, la expansión y la formación, es recurrente ver que la mayoría de adultos refieren carencias o dificultades similares, relacionadas con su desarrollo socio-emocional, que les están bloqueando en uno o varios aspectos de su vida.
¿Por qué esperar a trabajar estos temas después de años de sufrimiento? ¿Nadie se da cuenta de que el camino puede allanarse con formación en las etapas infantil o adolescente? ¿Y qué mejor que de la mano de sus padres y profesores?
Se trata de facilitarles su caminar por la vida, de modo que les resulte más amable, y lo hagan desde el amor y el disfrute.
Yo he tenido la oportunidad de trabajar la educación emocional con niños entre 11 y 16 años, estableciendo canales de comunicación desde la empatía y la escucha acerca de sus necesidades. Hemos resuelto casos de acoso escolar, conseguido que los niños fueran capaces de expresar sus emociones y opiniones con asertividad y respeto a la autoridad y a ellos mismos, explorado sus talentos y potenciado la confianza en sí mismos, hemos practicado técnicas y desarrollado su capacidad de trabajo en equipo y, sobretodo, han hecho un gran trabajo de autoconocimiento y reflexión, con aceptación de quiénes y cómo son.
El mayor obstáculo que me he encontrado ha sido que gran parte del profesorado y el equipo directivo, no están preparados para asumir este tipo de educación, lo que provocaba una incoherencia de base en el día a día con los niños. Por ejemplo, en clase de Educación Emocional aprendían a expresar sus emociones, y en el resto de clases algunos profesores se incomodaban si les veían llorar y trataban de impedírselo. O bien no estaban de acuerdo con algo, y cuando trataban de expresarlo como habían aprendido en clase, los profesores o el equipo directivo lo tomaba como un ataque personal y no les escuchaban.
Es una pena que el miedo y la inseguridad de los adultos a cambiar las cosas pueda llegar a dificultar la evolución de las nuevas generaciones. Aún así, es una dificultad, pero sigue siendo posible.
Desde aquí hago un llamamiento a padres y educadores para comprometerse de verdad con la educación de sus hijos, y ser ellos de primera mano quienes propicien el cambio con su propia expansión.
