Perdón

Perdón

libertad emocional, perdónEs curioso, desde chiquitines se nos educa en el hábito de pedir perdón cuando hacemos, decimos o pensamos algo que no está bien o que puede dañar o hacer sentir mal a otras personas. Es más, se nos “obliga” a hacer las paces y dar un besito o un abrazo para cerrar el asunto amistosamente.

El problema de estas dinámicas es que aprendemos a pedir perdón, pero no a sentirlo, de modo que se convierte en una costumbre decirlo en situaciones nimias, en las que muchas veces lo hacemos para quedar bien o como gesto cortés, aunque no proceda, y cuando se nos plantea una situación compleja en la que las emociones juegan un papel muy importante, nos bloqueamos y nos cuesta un triunfo hacerlo.

Lo mismo ocurre cuando somos quienes “tenemos que perdonar”. Si estamos ante casos sin importancia, lo damos por hecho, pero si se trata de algo que nos toca mucho, la mayor parte de las veces, con independencia de lo que le digamos al interlocutor, no perdonamos.

¿Por qué nos cuesta tanto pedir perdón y perdonar? ¿Acaso pensamos que es claudicar, perder la “batalla”? ¿Qué nos da miedo? ¿Por qué nos empeñamos en ser acreedores o deudores de facturas emocionales que a veces, con suerte, saldamos cuando creemos que podemos perder al otro? ¿Por qué esperar a situaciones límite?

Cada uno tendrá sus propias respuestas, sólo que es probable que nunca antes se hubiera planteado estas preguntas.

En mi opinión, nos resulta más fácil a veces seguir “enganchados” en el conflicto que resolverlo. Como dice un profesor que tuve hace unos años, las personas somos “yonquis” de las emociones. No siempre reunimos el valor suficiente para mirar de frente las cosas y tomar acción resolutiva.

También hemos oído o dicho en algunas ocasiones aquello de “yo perdono pero no olvido”. Yo solía decirlo bastante hace tiempo, y creo que no sabía lo que era perdonar, porque cuando de verdad hay perdón, vas olvidando algunos detalles de lo que pasó, y ya no sientes la necesidad de traerlos al presente en forma de reproche. Cuando la carga emocional se diluye, no quedan ganas de sacarlo de nuevo a la luz, es un asunto zanjado.

Por esto, es tan importante aclarar los malos entendidos y las situaciones que provocan disgusto o dolor, pues así quedan emocionalmente resueltos y, en consecuencia, zanjados, y eres capaz de mirar a la otra persona desde el respeto y la serenidad. Perdonar es limpiar, purificar las relaciones.

No acumules resentimiento, libérate del síndrome de Diógenes emocional que te atrapa y no te deja ser libre.

¡¡Hasta la próxima semana!!

Begoña Poza Navarro.


Últimos Posts