¿Por qué criticamos lo que en el fondo deseamos?

¿Por qué criticamos lo que en el fondo deseamos?

¿Te has dado cuenta de la cantidad de cosas que criticamos en los demás y que, sin embargo, nos encantaría que nos pasaran a nosotros? ¿Por qué lo criticamos, incluso lo denostamos, en lugar de alegrarnos por el otro e intentar aprender y modelarle?

¿Por qué alguien a quien le va muy bien económicamente está “robando, estafando o haciendo algo ilícito”? ¿Por qué alguien que puede permitirse dedicar a diario tiempo de ocio, y trabajar menos de ocho o diez horas es un vago o un señorito? ¿Por qué juzgamos despiadadamente a quien dice lo que piensa aunque vaya en contra de la corriente? ¿Por qué aún nos rechina una relación entre dos personas que tienen una diferencia de edad de treinta años, y encima tendemos a pensar que son relaciones de conveniencia?

Muchos lo llaman envidia, otros ignorancia, otros hipocresía. ¿Qué más da el nombre que le pongamos? Lo cierto es que ocurre, y estamos deseando estar en su lugar, pero ni lo reconocemos, ni nos alegramos por el otro. La crítica, si es constructiva, puede ser una gran aportación, pero si es destructiva, es fatal para quien la escucha y no es muy seguro de sí mismo y le importa mucho la opinión de los demás, y para quien la dice si no es sincero y se pierde en su propia incoherencia.

¿Cómo te explicas que se critiquen tanto unos políticos a otros, sean de la ideología que sean, por corrupción, y que unos y otros acaben haciendo lo mismo en cuanto tienen la menor oportunidad? ¿Acaso quien más y quien menos no ha aceptado alguna vez el consabido “sin factura”?

Obviamente, no hablo de modelar conductas ilícitas o inmorales. En estos casos, lo que resalto es la gran incoherencia que existe entre lo que decimos, lo que pensamos y lo que hacemos, cuando los demás nos ven, y cuando no nos ven, que no es igual en gran parte de ocasiones.

Vivimos en una sociedad en la que nos importa mucho lo socialmente aceptado como bueno o malo y lo políticamente correcto o incorrecto. Aún tenemos el corsé muy apretado en cuanto a aquello de comportarnos como realmente deseamos por miedo a no contar con la aprobación de los demás. Hay pocos valientes que aplaudan una actitud que ven en otro, y que les encantaría emular pero no se atreven a hacerlo. Es más fácil decir lo mismo que la mayoría y no polemizar. ¡Cuántas veces hemos oído frases como “es impopular porque dice verdades como puños”, o “le pierden las formas, pero se atreve a decir lo que todos estamos pensando y no tenemos el valor de reconocer en público”!

atreveteEstá bien. Tú no te atreves, pero no critiques al que sí se atreve.

Precisamente, en mi opinión, el éxito es de los que se atreven, de los que se dan permiso para ser libres, para equivocarse, los que desafían los límites convencionales sin hacer daño ni perjudicar a nadie, y acariciando oportunidades de hacer cosas diferentes y vivir experiencias nuevas. Y no estoy hablando de éxito en términos de dinero, reputación, fama, etc., sino de desafío, reto y satisfacción personales, avalados por la coherencia y los propios valores.

Estoy segura de que tú mism@ has vivido ya alguna experiencia de este tipo, en la que te has lanzado a hacer o decir lo que realmente deseabas, y tienes aún el regusto de esa satisfacción de la que te hablo. Igualmente, es posible que hayas vivido alguna experiencia negativa en este sentido que, a lo mejor te ha frenado en seco para volver a intentarlo.

Yo durante mucho tiempo mantuve mi decisión de no atreverme y seguir a la masa, aunque eso me hiciera daño y me perdiera mil oportunidades y sensaciones maravillosas. Pesaban más las experiencias negativas que las positivas a este respecto.

Un buen día me atreví a cuestionarme, me di permiso para equivocarme, tuve compasión ante mis errores, tomé impulso para levantarme, decidí ser leal a mí misma, demostrarme que yo valgo sin necesidad de que otros lo digan o lo piensen también. La experiencia fue indescriptible, maravillosa, y he hecho de ella mi forma de vida. No voy a deciros que no haya ocasiones en que flaquee en mi atrevimiento, las hay, pero cada vez son menos, y por supuesto cuando me freno es una llamada de atención para darme cuenta de que tengo que mirar lo que hay detrás, la verdadera razón.

Esta es una de las razones del mensaje de Coaching to me: cuestiónate, cambia, crece.

¡Hasta la próxima semana! ¡Vive y disfruta!!

Begoña Poza Navarro.


Últimos Posts