“TENGO QUE….”

"TENGO QUE...."

 

shutterstock_172433972¿Te has parado a pensar alguna vez en la cantidad de veces que utilizas la expresión “tengo que”?

Nuestra vida está llena de obligaciones y actividades: unas rutinarias, otras improvisadas, otras planificadas. Algunas las hacemos por obligación, propia o ajena, otras de forma voluntaria sin mucho esfuerzo, otras con mucha motivación y entusiasmo. Algunas no resultan muy agradables y, de hecho, solemos aplazarlas o hacerlas de cualquier forma, con tal de terminar cuanto antes. Pero después vienen las consecuencias y nos sentimos mal por no haber cumplido con lo que entendíamos que “teníamos que hacer”.

Habitualmente, nos ponemos en “modo víctima” y vamos por la vida como pobres cerditos el día de San Martín. Nos esforzamos en demostrarle al mundo todo lo que tenemos que hacer, lo agobiados que estamos, la cantidad de cosas que hacemos por los demás.

¿Sabes qué? Es una gran mentira. Sí. No hacemos realmente nada por los demás, sino porque consciente o inconscientemente, nos reporta un beneficio o bienestar con nosotros mismos. Y no sólo eso. Además, en realidad, todo lo que hacemos es consecuencia de una decisión que tomamos, por la razón que sea, ya que podríamos decidir no hacerlo, ¿o no?.

¿Y qué me dices de la gran coartada que nos supone el “tengo que”? ¡Esa sí que es buena! Cuando no queremos hacer algo, no nos apetece, buscamos urgentemente un “tengo que” que nos salva la situación y nos hace salir airosos. A veces incluso, hasta nos lo creemos nosotros mismos. Y lo retroalimentamos con aquello de: “¡cómo le voy a decir que no me apetece nada! o “no puedo decirle la verdad porque le va a sentar mal”.

¡Claro que a veces es muy socorrido el “tengo que”! ¿Quién no echa mano de él? Lo importante es que tu diálogo interior sea “decido hacer, decido decir, decido ir….”, porque eso es en realidad lo que ocurre, sea por la razón que sea. Decidas lo que decidas, estará bien hecho si te satisface, pero asúmelo y no estés después lamentándote por ello.

Asumir la responsabilidad de nuestras decisiones requiere valentía y exponerse a no tener el visto bueno de los demás. No es sencillo, lo sé, pero se puede si de verdad se quiere.

Si nos esforzamos y valoramos la necesidad real de hacer las cosas que hacemos, así como el resultado obtenido, nuestra satisfacción será mayor y haremos nuestras tareas de mejor humor y disposición.

Quizá te ayude esta pequeña práctica para empezar a transformar la obligación en elección:

“Yo tengo que……(A)…… Si no hago……….(A)…., entonces ocurre ……..(B)…

Y si ocurre ….(B)….., entonces ocurrirá …..(C)……, y …..(D)….., y entonces …….(E)……, y ……(Z).

Prefiero …..(A)….. que ……(Z)…. Por eso, elijo …..(Z)”.

En cualquier caso, como todo en la vida, es una elección, y tú decides si pruebas a prescindir del “tengo que” o sigues como hasta ahora. Hagas lo que hagas está perfecto si a ti te satisface.

Como siempre, tus comentarios son bienvenidos. ¡Disfruta tu día!!


Últimos Posts