A lo largo de mis más de doce años trabajando en el área de Recursos Humanos de empresa privada, he podido conocer a muchas personas a las que su trabajo no les llenaba, estaban desmotivados, sus valores distaban mucho de los de la empresa en la que trabajaban, sentían que no formaban parte de ningún proyecto, más allá de apagar los innumerables fuegos que surgían a diario, y que se sentían ignorados por sus jefes.
Posiblemente, tú también conoces a alguien que se encuentre o se haya encontrado en esta situación, o quizá sea tu caso.
El común denominador de todos ellos era su casi permanente estado de desánimo y enfado. Se habían instalado en “la queja” y ya no eran capaces de ver nada positivo en la organización, en sus jefes o en la situación personal de cada uno. Tanto es así, que si cambiaban de jefe, el comentario era “a ver éste, igual hasta voy a echar de menos al anterior”, y como no podía ser de otra forma, era la autoprofecía que se cumplía y, si de modo excepcional no era así, pronto había otra cosa que provocaba de nuevo quejas. Lo más curioso, es que normalmente esas personas año tras año continuaban en la empresa y nunca les oí hablar de algo de forma constructiva.
Posiblemente, muchos de ellos tenían razones reales para estar disgustados o desanimados, seguro.
Sin embargo, lo que me interesa compartir contigo es esa forma que tenemos las personas de colocarnos ante nuestro día a día, esa negación que nos damos a nosotros mismos de ver algo más que lo que nos fastidia.
Las empresas son las personas que trabajan en ellas, su forma de ver la vida, de comportarse ante la misma, aunque esto muchas veces no se perciba.
Es una tendencia muy generalizada, muy humana, colocarnos en “modo queja” y pasarnos el día protestando, aunque ese sea un círculo vicioso muy nocivo para nosotros y nos haga sentir cada vez más frustrados. Además, luego están las frases: “es una forma de desahogarme” o “al menos me queda el recurso del pataleo” o “es que si encima tampoco puedo quejarme, me doy un tiro”. Por supuesto que podemos desahogarnos y liberar esos sentimientos que nos invaden, pero de nada sirve si no tomamos cartas en el asunto, si buscamos alternativas.
Lógicamente, no vas a poder cambiar la política de la empresa, ni a tu jefe, ni a tus compañeros, pero sí puedes cambiar tú, tu actitud. Esa siempre la eliges tú, siempre, y decides cuál es la que tomas ante cada cosa que ocurre en tu vida.
Me gustaría darte unas pautas que quizá te ayuden:
- Plantéate seriamente, con lápiz y papel en mano, qué cosas buenas tiene tu trabajo (ubicación, horario, salario, jefe, compañeros, valores, misión o visión de la empresa, tareas que desempeñas, vacaciones, beneficios sociales, conoces bien tus funciones y sabes que las haces bien, etc).
- Reflexiona sobre cuál puede ser tu papel, de qué forma puedes aportar más a la empresa y recibir más satisfacciones, sentirte mejor contigo mismo.
- Piensa qué actitud diferente puedes adoptar respecto a lo que te desagrada o te hace estar en un permanente estado de desánimo. Qué podrías pensar, decirte a ti mismo que te hiciera sentir bien y te llevara a actuar de otra forma.
- Analiza un día, una semana, un año y busca qué cosas positivas has vivido en la empresa, qué te ha hecho sentir bien. Eso sí, sé generoso y no pongas el listón por las nubes, porque los días no están repletos de grandes acontecimientos, sino de pequeños detalles que, juntos, los convierten en maravillosos, pero hace falta verlos, conectar el radar que los detecte.
- Por último, intenta tomar conciencia acerca de la forma que tienes de afrontar las cosas que no te gustan o te desagradan en general, en todos los aspectos de tu vida, porque quizá haya más de lo mismo, y eso debería hacerte reflexionar quizá.
A la hora de seguir los pasos anteriores, céntrate siempre en ti, no en quienes te rodean, pues el cambio ha de empezar contigo, y luego es posible que veas que algo también se va moviendo en tu entorno, pero siempre a partir de ti.
Al igual que le decía a mis compañeros, si no encuentras nada positivo, si ha llegado un punto en el que ya no ves más cera que la que arde, vete, cambia de trabajo, busca otro proyecto que te ilusione, pero eso sí, hasta que ocurra, enfócate en alguna razón, por pequeña que sea, que te haga sentir bien (quizá la expectativa de un nuevo empleo), y cuando te vayas, ten siempre presentes las pautas que te he dado, y no te permitas a ti mismo volver a caer en la queja permanente. Es una de las mayores faenas que te puedes hacer a ti mismo.
Espero haberte ayudado, aunque sea un poquito. Yo en un momento de mi vida también estuve ahí, en la queja, pero tuve la gran suerte de no permitir que se adueñara de mi vida. Si te cuento todo esto, es porque lo he vivido y funciona. Date la oportunidad de probarlo y quizá te haga el camino más fácil. Si hemos de recorrerlo, hagámoslo con un calzado lo más cómodo posible, aunque no sea bonito, y ya llegará un momento en que podamos tener otro que sea de nuestro agrado, siempre que lo busquemos. Pásale este post a todas las personas a las que creas que podría ayudarles, y así el beneficio será mayor para todos.
¡¡Disfruta de la semana y de todo lo que te depare!!
Begoña Poza.